
Ahora bien, las personas que llevan muchos años esforzándose en la vida espiritual con una vida de oración muy intensa, pueden advertir que hay tentaciones que aparecen con una intensidad bastante sorprendente, sin que, además, tengan ninguna causa razonable, y que pueden llegar a ser de una persistencia extrañísima. Por poner un ejemplo, es lógico que la lectura de un libro contra la fe produzca tentaciones contra le fe, pero si esa tentación aparece de pronto, muy intensa e insistiendo durante semanas y semanas, todo eso puede ser señal de que es una tentación del demonio. Pero ni aun así podemos estar seguros. Como norma general se podría decir que las tentaciones sin causa razonable, muy intensas y persistentes, se puede sospechar que son del demonio. Pero con unas características tan vagas nunca podremos estar seguros al cien por cien.
A los sacerdotes nos llegan personas de intensa vida de oración y que sin haber tenido nunca ningún problema psicológico, de pronto un buen día les vienen pensamientos de blasfemar contra Dios, de pisar un crucifijo y cosas parecidas. Si esas perturbaciones son crónicas, es razonable pensar que provienen de enfermedad. Pero si su aparición es repentina y la persona parece sana de mente, entonces hay razón para sospechar de que sean tentación proveniente del demonio.
El psiquiatra que haya leído esta explicación seguro que pensará que lo descrito se debe a un proceso de acción-reacción. A tales psiquiatras queremos decirles que conocemos perfectamente esos mecanismos del subconsciente, pero también les recordamos que el demonio también existe. Y esto queda más claro cuando esa tentación obsesiva desaparece de pronto un buen día sin volver a aparecer nunca. Las tentaciones del demonio nunca son crónicas. Y por vehementes que sean cuando desaparecen no dejan la más leve secuela en la psique que las padeció.
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